Editorial

La cultura es el espacio natural donde la sociedad dialoga, disiente, se reinventa y de algún modo constituye al propio ser social; es decir, funciona en el marco de la sociedad civil donde la influencia de las ideas, las instituciones y las personas se ejerce no a través de la dominación política, sino a través del diálogo y del consenso ciudadano. Por tanto, si hay un espacio donde debe anclarse la democracia y el desarrollo de los hombres y mujeres es precisamente en la cultura.
Lo que es significativo no es tanto su contenido, como el hecho que se comparta. Esas representaciones comunes ofrecen una cierta preorganización del mundo, un mapa compartido con el que orientarnos. La cultura es al mismo tiempo memoria común (una misma lengua, una misma historia, unas mismas tradiciones) y un conjunto de reglas que permiten la convivencia (convenciones sociales, códigos de conducta).
Las democracias del futuro tienen una de sus pruebas más decisivas en su capacidad de desarrollar la cultura para así contener a sociedades cada vez más plurales. Una democracia es más potente, al contrario de lo que a veces se afirma, no cuanto más consenso tiene, sino cuanto más conflicto es capaz de contener, contando con medios para lidiar esos conflictos, reconducirlos al marco común de convivencia. En la misma línea, podemos decir que no es más fuerte un estado cuanto más homogéneo culturalmente sea, sino cuanta más heterogeneidad cultural sea capaz de contener. Ese será uno de sus valores esenciales. De no avanzar por esa vía, los incentivos a la desarticulación social crecerán.

Mtro. Luis Fernando Ruz Barros

martes, 9 de diciembre de 2008

SIN NOVEDAD EN EL FRENTE...

EL ORÁCULO DE DELFOS
Por: Lic. Luis Fernando Ruz Barros



SIN NOVEDAD EN EL FRENTE...

Muchas veces con la frase que da título al presente reportamos que todo esta libre o despejado sin saber que entraña una de las temáticas más humanas: la autodestrucción entre los seres a través del vehículo perfecto, la guerra. El epígrafe de “Sin novedad en el frente” afirma que el libro no pretende ser ni una acusación ni una confesión, sino la historia de una generación incluyendo a los supervivientes que han sido destruidos por la guerra. Pero más que una advertencia o una afirmación hecha a la defensiva, aquel epígrafe, notable a todas luces por su sencillez y nitidez, es una declaración de que sigue es la historia de una destrucción. En los enconados debates políticos de la República de Weimar, la Gran Guerra no era un tema de discusión sino una piedra de toque que determinaba todo lo demás.Sin novedad en el frente” no es un manifiesto contra la Primera Guerra Mundial, sino un escrito que carece de fechas, circunstancias históricas, bandos, próceres de barro y parcelas geográficas; es un alegato sobrecogedor, válido para oponerse a cualquier instrumentación de la irracionalidad arbitraria, ya sea en el Somme, Stalingrado, Normandía, Vietnam, Sarajevo o Beirut. La manera de entender la Guerra, sus orígenes, su dirección, la rendición y la derrota, era el punto crucial que indicaba la visión del pasado y la previsión de un futuro visible e irremediablemente malogrado. Dado este contexto interpretativo, el pacifismo de la novela no podía complacer en la Alemania de entreguerras ni a las posiciones críticas de izquierdas ni de las de derechas. Pero el texto de Erich Maria Remarque no asume ni defiende el pacifismo; más bien lo encarna en su horrorizada reacción ante la eficacia cotidiana de la masacre organizada. Es esta demostración del carácter inhumano de la guerra, hecha con calma y convicción, pero también con espíritu inquisitivo, lo que convierte a “Sin novedad en el frente” en una magnífica novela antibélica. El protagonista es Paul, un joven alemán de 20 años que, animado por las consignas bélicas de su profesor de escuela, decide alistarse para ir al frente durante la Primera Guerra Mundial. Poco a poco irá comprobando lo dura que es una guerra. Allí, un error te mata. Otras veces, tus compañeros caen heridos a tu lado y nada puedes hacer para ayudarles porque el siguiente podrías ser tú. A lo largo de la novela se intuye cómo el personaje protagonista y sus compañeros dejan de ser personas normales y corrientes para convertirse en unos soldados cuyo único objetivo es sobrevivir cueste lo que cueste. Hoy vivimos tiempos de tensa paz –al menos en la mayoría de los países del mundo- y la gran parte de las veces no nos paramos a pensar lo absurdo de las guerras. A Paul le pasa lo contrario. Él lo piensa a menudo y nunca llega a comprender las razones por las que el “pueblo llano” tiene que matar a otra gente contra la que no tiene nada “sólo porque los líderes no se han puesto de acuerdo”. Resulta superfluo e imprudente mencionar las virtudes estrictamente literarias de las que goza la novela de Erich Maria Remarque. Sólo mencionaré que es una prosa introspectiva y furiosa. Y furiosa no quiere decir irreflexiva precisamente. Hallé en esta obra, iconografías espeluznantes, gracias a un lenguaje, entre enérgico y melancólico, transmisor de metáforas que llenan de indignación, de profunda tristeza. Tal vez y solo tal vez seamos reflexivos al respecto de la temática si entre líneas encontramos la impronta dolorosa parafraseando al protagonista de la obra: “…Durante años enteros hemos estado ocupados en matar; tal ha sido nuestra primera profesión en la existencia. Nuestra ciencia de la vida se reduce a la muerte. ¿Qué sucederá después de esto? ¿Y qué será de nosotros?”.


lunes, 1 de diciembre de 2008

SUAVE ES LA NOCHE…

EL ORÁCULO DE DELFOS

Por: Lic. Luis Fernando Ruz Barros


SUAVE ES LA NOCHE

Mi primer contacto con Scott Fitzgerald no pudo ser más descorcentante; fue a través de “El gran Gatsby” y quedé horrorizado en su primera lectura. Me pareció un libro aburridísimo al que logré darle fin simplemente porque es breve. Sin embargo hoy por hoy debo recomendarlo. Fue en su segunda lectura cuando me deslumbró la melancolía y tragedia que destila Gatsby. Una tercera lectura lo acabó de confirmar. Pues bien, algo parecido me ha pasado con “Suave es la noche”; la primera vez que la intenté leer me dejó fulminado de tedio: de hecho tuve que abandonar su lectura (este no es un libro breve). La verdad es que, al igual que la primera vez que leí “El gran Gatsby”, no entendí absolutamente nada. Y no porque sean libros difíciles de leer, si no más bien por no haberlos leído en el momento idóneo. Sin embargo esta segunda lectura ha sido fructífera y me ha dejado una magnifica impresión. Scott Fitzgerald está reconocido como el máximo cronista del boom de la posguerra y la época gloriosa del jazz en Norteamérica. Se inspiró en su propia vida para describir la lujosa fiesta, alimentada por el alcohol, de los años anteriores a la gran depresión. De ambiente y temática similar a la anterior novela, “Suave es la noche” narra la descomposición anímica y moral de un joven inteligente e idealista, Dick, capturado por las facilidades, pero también por las exigencias, que otorga e impone la abundancia económica. Casado con una desquiciada y acomodada muchacha que no tiene más pretensiones en la vida que hacer gala de su aristocrática posición social, Dick se verá obligado a reconducir todas sus energías y vitalismo hacía la observancia de lo que su nuevo status exige. Y aunque en este nuevo empeño Dick parece salir también airoso, convirtiéndose en el alma de todas las fiestas y saraos, lo cierto es que ya se ha iniciado en él el proceso de banalización y decadencia que se verá definitivamente acelerada tras su infidelidad con Rosemary. Es sin duda este el punto de no retorno a partir del cual Dick es ya incapaz de mantener ni tan siquiera una dignidad aparente; se acentúa el distanciamiento con su esposa y se recrudece su alcoholismo; pierde su encanto social y su papel protagonista como mono de feria. Ya no sirve para lo que se espera de él, Dick acaba siendo repudiado por todos, engañado por su mujer y perdiéndose en miserables pueblos sin que a nadie importe demasiado. Quizá el cantautor español Quique González aprontó su inspiración agotando las líneas de Fitzgerald cuando imprentó su talento en aquella estrofa de viento que dijo:

“Guarda la noche suave de tu habitación,

en un cajón con llave.

Un corazón que mate por necesidad

cuando le falte el aire.”