Editorial

La cultura es el espacio natural donde la sociedad dialoga, disiente, se reinventa y de algún modo constituye al propio ser social; es decir, funciona en el marco de la sociedad civil donde la influencia de las ideas, las instituciones y las personas se ejerce no a través de la dominación política, sino a través del diálogo y del consenso ciudadano. Por tanto, si hay un espacio donde debe anclarse la democracia y el desarrollo de los hombres y mujeres es precisamente en la cultura.
Lo que es significativo no es tanto su contenido, como el hecho que se comparta. Esas representaciones comunes ofrecen una cierta preorganización del mundo, un mapa compartido con el que orientarnos. La cultura es al mismo tiempo memoria común (una misma lengua, una misma historia, unas mismas tradiciones) y un conjunto de reglas que permiten la convivencia (convenciones sociales, códigos de conducta).
Las democracias del futuro tienen una de sus pruebas más decisivas en su capacidad de desarrollar la cultura para así contener a sociedades cada vez más plurales. Una democracia es más potente, al contrario de lo que a veces se afirma, no cuanto más consenso tiene, sino cuanto más conflicto es capaz de contener, contando con medios para lidiar esos conflictos, reconducirlos al marco común de convivencia. En la misma línea, podemos decir que no es más fuerte un estado cuanto más homogéneo culturalmente sea, sino cuanta más heterogeneidad cultural sea capaz de contener. Ese será uno de sus valores esenciales. De no avanzar por esa vía, los incentivos a la desarticulación social crecerán.

Mtro. Luis Fernando Ruz Barros

lunes, 1 de diciembre de 2008

SUAVE ES LA NOCHE…

EL ORÁCULO DE DELFOS

Por: Lic. Luis Fernando Ruz Barros


SUAVE ES LA NOCHE

Mi primer contacto con Scott Fitzgerald no pudo ser más descorcentante; fue a través de “El gran Gatsby” y quedé horrorizado en su primera lectura. Me pareció un libro aburridísimo al que logré darle fin simplemente porque es breve. Sin embargo hoy por hoy debo recomendarlo. Fue en su segunda lectura cuando me deslumbró la melancolía y tragedia que destila Gatsby. Una tercera lectura lo acabó de confirmar. Pues bien, algo parecido me ha pasado con “Suave es la noche”; la primera vez que la intenté leer me dejó fulminado de tedio: de hecho tuve que abandonar su lectura (este no es un libro breve). La verdad es que, al igual que la primera vez que leí “El gran Gatsby”, no entendí absolutamente nada. Y no porque sean libros difíciles de leer, si no más bien por no haberlos leído en el momento idóneo. Sin embargo esta segunda lectura ha sido fructífera y me ha dejado una magnifica impresión. Scott Fitzgerald está reconocido como el máximo cronista del boom de la posguerra y la época gloriosa del jazz en Norteamérica. Se inspiró en su propia vida para describir la lujosa fiesta, alimentada por el alcohol, de los años anteriores a la gran depresión. De ambiente y temática similar a la anterior novela, “Suave es la noche” narra la descomposición anímica y moral de un joven inteligente e idealista, Dick, capturado por las facilidades, pero también por las exigencias, que otorga e impone la abundancia económica. Casado con una desquiciada y acomodada muchacha que no tiene más pretensiones en la vida que hacer gala de su aristocrática posición social, Dick se verá obligado a reconducir todas sus energías y vitalismo hacía la observancia de lo que su nuevo status exige. Y aunque en este nuevo empeño Dick parece salir también airoso, convirtiéndose en el alma de todas las fiestas y saraos, lo cierto es que ya se ha iniciado en él el proceso de banalización y decadencia que se verá definitivamente acelerada tras su infidelidad con Rosemary. Es sin duda este el punto de no retorno a partir del cual Dick es ya incapaz de mantener ni tan siquiera una dignidad aparente; se acentúa el distanciamiento con su esposa y se recrudece su alcoholismo; pierde su encanto social y su papel protagonista como mono de feria. Ya no sirve para lo que se espera de él, Dick acaba siendo repudiado por todos, engañado por su mujer y perdiéndose en miserables pueblos sin que a nadie importe demasiado. Quizá el cantautor español Quique González aprontó su inspiración agotando las líneas de Fitzgerald cuando imprentó su talento en aquella estrofa de viento que dijo:

“Guarda la noche suave de tu habitación,

en un cajón con llave.

Un corazón que mate por necesidad

cuando le falte el aire.”


1 comentario:

Anónimo dijo...

ay dios que espectacular poder leer esto !!!! gracias