Editorial

La cultura es el espacio natural donde la sociedad dialoga, disiente, se reinventa y de algún modo constituye al propio ser social; es decir, funciona en el marco de la sociedad civil donde la influencia de las ideas, las instituciones y las personas se ejerce no a través de la dominación política, sino a través del diálogo y del consenso ciudadano. Por tanto, si hay un espacio donde debe anclarse la democracia y el desarrollo de los hombres y mujeres es precisamente en la cultura.
Lo que es significativo no es tanto su contenido, como el hecho que se comparta. Esas representaciones comunes ofrecen una cierta preorganización del mundo, un mapa compartido con el que orientarnos. La cultura es al mismo tiempo memoria común (una misma lengua, una misma historia, unas mismas tradiciones) y un conjunto de reglas que permiten la convivencia (convenciones sociales, códigos de conducta).
Las democracias del futuro tienen una de sus pruebas más decisivas en su capacidad de desarrollar la cultura para así contener a sociedades cada vez más plurales. Una democracia es más potente, al contrario de lo que a veces se afirma, no cuanto más consenso tiene, sino cuanto más conflicto es capaz de contener, contando con medios para lidiar esos conflictos, reconducirlos al marco común de convivencia. En la misma línea, podemos decir que no es más fuerte un estado cuanto más homogéneo culturalmente sea, sino cuanta más heterogeneidad cultural sea capaz de contener. Ese será uno de sus valores esenciales. De no avanzar por esa vía, los incentivos a la desarticulación social crecerán.

Mtro. Luis Fernando Ruz Barros

lunes, 13 de julio de 2009

FRIAS FLORES… AHORA ASTURIANAS

EL ORÁCULO DE DELFOS

Por: Lic. Luis Fernando Ruz Barros

FRIAS FLORES… AHORA ASTURIANAS

Dicen que tanto va el cántaro al agua hasta que se rompe, no hay mejor ejemplo que el de un ejemplar escritor albanés. Sí, Ismael Kadaré fue distinguido hace unos días con el premio Príncipe de Asturias de las Letras por la calidad de su obra y su firme compromiso contra los totalitarismos. El jurado del premio subrayó que Kadaré, narrador, ensayista y poeta, representa la cima de la literatura en Albania, capaz de traspasar fronteras, ya que sus libros han sido traducidos a más de 40 idiomas. Ismael Kadaré narra con lenguaje cotidiano, pero lleno de lirismo, la tragedia de su tierra, campo de continuas batallas. Su compromiso hunde las raíces en la gran tradición literaria del mundo helénico, que proyecta en el escenario contemporáneo como denuncia de cualquier forma de totalitarismo y en defensa de la razón. Kadaré, de 73 años, nació en la localidad albanesa de Gjirokastra. Durante su juventud, vivió la Segunda Guerra Mundial, la ocupación de su país por la Italia fascista, la Alemania nazi y la Unión Soviética y la posterior dictadura comunista. La obra de este autor estudia la idiosincrasia y las tradiciones de su pueblo, pero el tema central, eje de toda su narrativa, es el totalitarismo y los mecanismos que lo hacen posible. En esta ocasión bien merece la pena analizar una de sus obras magistrales, “Frías Flores de Marzo”, esta obra esta ambientada en la Albania contemporánea y cuenta la historia de Mark Gurabardhi, un artista que lucha por vivir y trabajar tras la caída del régimen comunista. La novela de Kadaré se estructura a partir del equilibrio entre contrarios, entre el movimiento y el estancamiento, entre el sueño y la vigilia. En todos los rincones de la novela se encuentran signos de un renacimiento y en cada ocasión tales indicios se equilibran con la contrapartida de augurios de una muerte talismánica, presagiada sobre todo en el recuperado “libro de la sangre” o Kanun, que ha regulado el asesinato ritual en Albania desde la época medieval. Estas contraposiciones crean un extraordinario efecto discordante. Elementos de la Europa contemporánea comparten espacio con historias y rituales procedentes de las profundidades de la memoria cultural colectiva albanesa. Se sugiere pues, entre letras, un punto de equilibrio, un impasse entre una historia mítica fallida y un presente que no corre con distinta suerte. Mark no se siente en casa ni en el pasado albanés ni en el presente dominado por el capital global. La novela describe vívidamente ese impasse de pesadilla. Pero en el fluir sutilmente poético de la prosa de Kadaré atisbamos toda una serie de nuevas posibilidades: un arte nuevo y una nueva Albania para la que todavía no existe un lenguaje.

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