Editorial

La cultura es el espacio natural donde la sociedad dialoga, disiente, se reinventa y de algún modo constituye al propio ser social; es decir, funciona en el marco de la sociedad civil donde la influencia de las ideas, las instituciones y las personas se ejerce no a través de la dominación política, sino a través del diálogo y del consenso ciudadano. Por tanto, si hay un espacio donde debe anclarse la democracia y el desarrollo de los hombres y mujeres es precisamente en la cultura.
Lo que es significativo no es tanto su contenido, como el hecho que se comparta. Esas representaciones comunes ofrecen una cierta preorganización del mundo, un mapa compartido con el que orientarnos. La cultura es al mismo tiempo memoria común (una misma lengua, una misma historia, unas mismas tradiciones) y un conjunto de reglas que permiten la convivencia (convenciones sociales, códigos de conducta).
Las democracias del futuro tienen una de sus pruebas más decisivas en su capacidad de desarrollar la cultura para así contener a sociedades cada vez más plurales. Una democracia es más potente, al contrario de lo que a veces se afirma, no cuanto más consenso tiene, sino cuanto más conflicto es capaz de contener, contando con medios para lidiar esos conflictos, reconducirlos al marco común de convivencia. En la misma línea, podemos decir que no es más fuerte un estado cuanto más homogéneo culturalmente sea, sino cuanta más heterogeneidad cultural sea capaz de contener. Ese será uno de sus valores esenciales. De no avanzar por esa vía, los incentivos a la desarticulación social crecerán.

Mtro. Luis Fernando Ruz Barros

miércoles, 19 de noviembre de 2008

TRES VECES ANA...

EL ORÁCULO DE DELFOS

Por: Lic. Luis Fernando Ruz Barros












TRES VECES ANA...

Cuentan que en una ocasión en un encuentro bohemio de la Europa del siglo XIX, Thomas Hardy y Emile Zolá sostenían una interesante discusión sobre los tres mejores libros que hasta en ese entonces se habían escrito. Por supuesto nunca hubo coincidencias y decidieron mejor elegir un tercero neutral que contestara tal cuestionamiento. La respuesta de aquel comensal que se encontraba en el lugar fue contundente y sin titubear. A la pregunta expresa ¿Cuáles son los mejores libros escritos hasta ahora para Usted? El susodicho replicó Ana Karenina, Ana Karenina y Ana Karenina. En efecto muchos afirman que Ana Karenina es la mejor novela de todos los tiempos. Sea o no el caso, es uno de los mejores ejemplos de novela psicológica del siglo XIX. Tolstói analiza la motivación de los actos de los personajes pero sin entrar en juicios morales. Junto con la narración omnisciente, Tolstói emplea con frecuencia el monólogo interior, una innovación estilística en la novela que le permite presentar los pensamientos y sentimientos de sus personajes con íntimo detalle. La rebelde Ana Karenina sucumbe a su atracción por un apuesto oficial, el Conde Vronski, y abandona su matrimonio carente de amor para embarcarse en una apasionada relación, condenada al fracaso desde el principio. Al hacerlo, sacrifica a su hijo y se somete a la condena de la alta sociedad rusa de la época. La trágica historia de Ana se entreteje con el relato del noviazgo y matrimonio de Konstantin Levin y Kitty Sherbatskia, que recuerda sin duda, al de Tolstói y su esposa. En busca de la verdad, Levin expresa opiniones sobre la sociedad, la política y la religión contemporáneas, que a menudo son las del autor. El entorno social de Ana Karenina nos hace considerarla, en principio, un retrato fidedigno de las grandezas y miserias de la Rusia del siglo. XIX, con profusión de alusiones a títulos honorarios y acontecimientos que nuclean a la nobleza de aquel entonces. Es más que loable la rigurosa descripción de los ambientes y ritos sociales en boga por aquél entonces entre las minorías de la élite, en antitética postura con respecto a la otra Rusia, la del paulatino empobrecimiento masivo. El análisis del inagotable panorama social y sentimental que desarrolla Tolstoi aparece, a mi entender, no sin una interesante tendencia a la idealización que, a lo largo de la obra, la prosa no termina nunca de verificar. Todas las clases sociales están representadas en Ana Karenina. Tanto Ana como Vronski pertenecen a la nobleza rusa; asimismo, otros personajes de relevancia: los Oblonsky, Korshunski, Levine, Sergio Ivanovitch, Kitty y su familia, el príncipe Galitzin, el capitán Kamerowsky, la baronesa Shelton, Nicolás Kosnichef y los demás príncipes, condes. Entre los pertenecientes a la clase media encontramos a Mademoiselle Roland, Miss Hull, Maria Nikolaevna, Agata, etc., y dentro de la clase baja contamos al personal doméstico y la servidumbre en general (cocineros, camareras, cocheros y ayudantes de cámaras). La novela es valiosa por sus aspectos históricos, tanto como por los psicológicos. Pese a su longitud en cuanto legajos de páginas, Ana Karenina, arrastra a los lectores a un mundo impresionante, vital y consumidor en su realismo. La novela Ana Karenina, nos obliga a reflexionar sobre las preguntas como: ¿deberíamos nosotros buscar nuestra propia felicidad a cualquier costo? ¿hasta que punto debemos seguir las reglas de la sociedad?, y si, se puede juzgar de alguna manera a Karenina. Nuestra cultura y nuestra sociedad, normalmente condenan a las mujeres como Ana, pero Tólstoi en su obra intentó enseñarnos que al conocer todos los por menores de la vida de una mujer, se hace sumamente difícil emitir cualquier juicio acerca de sus actos. En nuestra opinión algunos de los lectores la calificarán a ella como una mujer perdida, otros dirán que Ana fue una mujer valiente y admirable y habrán terceros que la juzgarán como a una persona enferma, incapaz de controlar sus impulsos emocionales. Pero lo cierto es que nunca habrá unanimidad a la hora de juzgar a Ana Karenina.

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