Editorial

La cultura es el espacio natural donde la sociedad dialoga, disiente, se reinventa y de algún modo constituye al propio ser social; es decir, funciona en el marco de la sociedad civil donde la influencia de las ideas, las instituciones y las personas se ejerce no a través de la dominación política, sino a través del diálogo y del consenso ciudadano. Por tanto, si hay un espacio donde debe anclarse la democracia y el desarrollo de los hombres y mujeres es precisamente en la cultura.
Lo que es significativo no es tanto su contenido, como el hecho que se comparta. Esas representaciones comunes ofrecen una cierta preorganización del mundo, un mapa compartido con el que orientarnos. La cultura es al mismo tiempo memoria común (una misma lengua, una misma historia, unas mismas tradiciones) y un conjunto de reglas que permiten la convivencia (convenciones sociales, códigos de conducta).
Las democracias del futuro tienen una de sus pruebas más decisivas en su capacidad de desarrollar la cultura para así contener a sociedades cada vez más plurales. Una democracia es más potente, al contrario de lo que a veces se afirma, no cuanto más consenso tiene, sino cuanto más conflicto es capaz de contener, contando con medios para lidiar esos conflictos, reconducirlos al marco común de convivencia. En la misma línea, podemos decir que no es más fuerte un estado cuanto más homogéneo culturalmente sea, sino cuanta más heterogeneidad cultural sea capaz de contener. Ese será uno de sus valores esenciales. De no avanzar por esa vía, los incentivos a la desarticulación social crecerán.

Mtro. Luis Fernando Ruz Barros

viernes, 21 de noviembre de 2008

DESVENTURAS DE AMOR...

EL ORÁCULO DE DELFOS

Por: Lic. Luis Fernando Ruz Barros

DESVENTURAS DE AMOR...

En esta ocasión nos remontaremos a una recomendación literaria del siglo XVIII, si, ese siglo del que devienen a nivel de las letras, aquellos ejemplares bautizados como clásicos, y que refuerzan su mote al encontrarse vigentes, al menos como objeto de análisis, dos siglos y un poco más después de ver la luz de la publicación por primera vez. Y es así como advertimos frente a nosotros la presencia de “Las desventuras del joven Werther” libro que lanzó a la fama a Johann Wolfang Von Goethe y cuya primera edición se realizó en 1774. Las desventuras de este joven, es una novela en donde se cuenta la historia de un muchacho aquejado de una dosis más bien extrema de la sensibilidad del siglo XVIII; y es que Werther es un caso práctico del sometimiento excesivo a la emoción, la imaginación y la introspección minuciosa. Enviado por negocios familiares a la población ficticia de Walheim, el inquieto joven conoce a Lotte y de inmediato queda prendido y enamorado. Esta atractiva mujer, sin embargo, esta comprometida con otro: un funcionario del lugar, de carácter racional y más bien gris, llamado Albert. Este triángulo una vez establecido coloca a Werther en un callejón sin salida, y la imposibilidad de encontrar una solución feliz le llevará de manera intempestiva a la decisión medular y trágica de la obra, quitarse la vida. He ahí la desventura, encontrar el amor pero llegar tarde y encontrarlo prohibido. Aunque claro, quizá la desventura no es aquella sino el hecho de que, en tanto animales humanos, solemos prendarnos con más ardor de lo prohibido. Lo que nos confunde al amor con el capricho y abre la puerta de las dudas y las especulaciones. ¿Que tan sincero será el amor de quien nos ama sabiendo que no podremos corresponderlo? ¿No es aquella la más cómoda de las posiciones: prometer y prometer sabiendo ajeno el peso de la prueba, de la demostración?. Una parte de la intriga de la novela, que hoy se recomienda, ha consistido siempre su relación con ciertos hechos reales: la pasión de Goethe por Charlotte Buff, que estaba comprometida con su íntimo amigo Kestner, y el suicidio “por amor” de otro amigo suyo, Karl Jerusalem. Otro factor para el éxito de la novela fue su bien logrado manejo del género epistolar. La narración se desarrolla inicialmente a través de cartas de Werther a un solo corresponsal. Cuando el estado psicológico de éste empieza a deteriorarse, un editor ficticio interviene, y la última parte de la novela consiste en su edición de los borradores y notas de Werther, incluyendo alguna que otra póstuma. La novela tocó una cuerda muy sensible en la época, y su publicación, cuentan, aumentó entre los jóvenes los suicidios miméticos que sin duda alarmaron a Goethe, puesto que su retrato de Werther era más crítico que elogioso. La triste historia de Werther y su amada, como la de Romeo y Julieta, tiene su asidero en la vida real, pero a diferencia de estos últimos la tragedia de los amantes alemanes no llegó a oídos del escritor gracias a los ecos de la tradición oral sino que fue sufrida en toda su plenitud, bueno casi toda, por los ánimos del desventurado Goethe.

2 comentarios:

Brynhild dijo...

La desventura así solita… me pone la piel de gallina. las variantes con las que dicha palabra puede ser empleada, la sintaxis y el amor por las letras que provoca a alguien a escribirlo: “Desventura”, razón suficiente para provocar mi entera atención.
Visualizo a mi muy personal Fausto y pienso que nunca se alejó de la tinta creativa del Señor Johann Wolfgang, porque con la misma pasión que escribe el Land Lord de mi céntrico museo acerca de las desventuras de tal joven; Goethe describió a Werther sumido en la introspección, la pasión, la pena… pero jamás la falta de ímpetu.
En todos (hijos de Goethe o no) Mephistopheles suele manifestarse. A veces saturando mentes con interrogaciones, otras enamorándonos de la posibilidad de una religión amable y duradera y ciertas mañanas… Mephisto sólo joroba quitándonos la vida con un beso, como si fuésemos Lotte o Werther; viviendo a la par de un desventurado silencio.

Delfos dijo...

Brynhild... haces un muy buen comentario. Gracias por tomarte tu tiempo de analizar los textos.